Puerta (y niña fisgando) en Martel (Lot, Francia)
Meto la llave con cuidado, que no me oigan. Y voy dándole vueltas tan despacio como si el más mínimo movimiento en falso detonara una bomba de chirridos y sustos confundidos en despertar.
Me descalzo y atravieso el umbral con los zapatos en la mano; cautelosa, insegura, temerosa de encontrar entre el polvo y las telarañas alguna que ya fuera mía.
Pero apenas acierto con el interruptor de la luz, una radio empieza a sonar y llegan ecos de noches pasadas en vela y amaneceres de sonrisas de oreja a oreja y dolor de cabeza.
Me siento a ratos un ladrón, a ratos la protagonista de una peli francesa, y poco a poco voy recorriendo los huecos y esquinas de tus recuerdos y encuentro notas de amor escondidas en los dobladillos de las faldas.
Con un puñado de excusas en la recámara y la confianza de que esta casa es mi hogar, desempolvo los sofás y extiendo las nuevas velas, porque estamos de estreno, aunque cada día que pase estemos más viejos.
Ahora ya puedo decirlo: estoy feliz, vuelvo a casa y eso hay que celebrarlo.
Nerea
Vuelvo al balcón, con la duda de si hay alguien que se quiera subir a él. Me encantará saber de ti ¿me dejas un comentario?
No sé si has visto los últimos post que dediqué a mis vacaciones en Cerdeña, a dar las gracias o a explicar 5 pequeñas cosas que hago por el medio ambiente. Pero si no quieres perderte ninguno de los próximos post de Kalekantoia, te animo a suscribirte ¡te prometo que no seré pesada!